Tuvo la certeza de haber mantenido al tiempo atrapado entre sus manos, encerrado por un instante en un espacio diminuto. Se miró las palmas después de dejarlo escapar. Ella llegó por atrás, puso us manos sobre sus ojos y notó una diferencia sustancial en su rostro. Despegó las palmas. Dio la vuelta y miró su cara de asombro. No preguntó, no necesitó preguntar. Él la vio con una sonrisa y le enseñó sus propias manos. Es el tiempo, atrapado, inconexo, inamovible, solitario. Separado de los espacios y de la memoria. Es el itempo en sí mismo, en espiral, en infinito, en un nudo constante que se revuelve. Se llama a sí mismo, se busca, se encuentra para volverse a perder. Míralo. Puso sus manos frente a sus ojos y ell abrió mucho la boca. Quiso tocarlo, saber cómo se siente. Se detuvo a milímetros. Supo enseguida que meter el dedo en el tiempo podía cambiarlo todo de manera absoluta. Volvió la mano al costado del cuerpo y lo miró a él de nuevo. Y... ¿qué hacemos con esto? ¿No temes que lo transfigure todo? Él aún no había reparado en las tremendas implicaciones de tener al tiempo en las manos. Volvió a mirar sus palmas, ahora con una preocupación infinita e irresoluta. La observó a ella, sin palabras. ¿Cómo lo atrapaste? No lo supo. ¿Qué quieres hacer con él? No respondió. Acercó su mano izquierda a sus ojos. Cerró uno de ellos y puso la palma sobre él. Ella lo observó, expectante. Él se estremeció, palideció su rostro, abrió mucho la boca, exhaló un vaho pesado que ella interpretó enseguida. Despegó la mano del rostro y respiró hondo. Procedió a hacer lo mismo con la otra palma, el otro ojo. Lo hizo como en automático. Lo hizo porque supo que tenía que hacerlo. Al ver que nada más sucedía, ella se relajó un poco pero no le quitó la vista de encima, quería saber qué le había hecho ver el tiempo. Él salió de su trance con una expresión muy seria. No quiso decir nada por un rato. Ella no se atrevió a preguntar. Tener el tiempo en las manos no ha servido de nada, he visto un pasado y un futuro, he visto lo peor de todo y lo mejor también, pero no entiendo nada. No entiendo nada. Se sentó en un escalón y puso su cabeza entre sus manos. Ella esperó. Él cerró los ojos. Su respiración bajó de intensidad. Se quedó callado.
Algunos le llamaban el Hombre Tiempo, era una especie de estatua viviente que podía decirte todo lo que iba a pasar. Otros decían que estaba loco, querían encerrarlo en un manicomio. Otros más pensaban que el demonio lo había consumido y querían exorcisarlo.
El Hombre Eterno, en realidad, era un joven que había atrapdo al tiempo en sus manos y se había perdido en su inmensidad sin límites. Él lo sabía todo, lo había visto todo, lo había entendido todo. Pero se había quedado perdido en un lapsoentre el pasado y el futuro, lejos de las manos del presente. Sabía que sería eterno y vagaba en el mundo sin sentido. El Hombre Eterno había entendido, mucho tiempo atrás, que lo único que siempre querría conocer sería la muerte.
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