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La muerte de K

Hay algo que necesito entender: ¿qué pasó? Por más que miro hacia atrás y busco una explicación tras otra, todo parece tan absurdo que no consigo dar paz a mi mente. Te he buscado como loco, por debajo de las piedras y entre las letras de las miles de cartas que he escrito para ti en mi cabeza. He intentado llamarte por las madrugadas frente a las olas del mar y no he conseguido respuesta. No lo sé, dónde te perdí, por qué no apareces... Mis pensamientos inconclusos navegan entre los recuerdos de una persona que parece desvanecerse cada vez más frente al espejo. Ayer no tenías frente, hoy ya no te veo los ojos, mañana quién sabe. Cuando desaparezca tu cuello empezaré a pensar que no hay remedio. ¿Sufriré? ¿Sabré que te has ido por completo cuando lo hagas? Vaya cosa curiosa.

El hombre azul ponía en carpetas separadas las cartas escritas a diferentes amigos, organizaba con perfección su vida plasmada en memorias aparentemente inconexas, la ponía en los cajones de su escritorio y se preparaba mentalmente para dar el siguiente paso. Esto comenzaba a volverse vicioso. Primero el niño de oro, luego la mujer de negro, ¡no!, así no era, primero había sido la mujer verde, perdida entre los corales de un arrecife lejano, ahogada por una causa aparentemente desconocida que él había meditado con antelación. Ahora todo estaba perfectamente preparado para K.

Se preguntaba cómo sucederían las cosas una y otra vez, previendo cada diminuto detalle hasta el último respiro de su víctima. El hombre azul había acumulado cierta vileza en su mente y había empezado a disfrutar cada vez más de la violencia que implicaba un asesinato a sangre fría. Las frustraciones y la ira de la vida cotidiana parecían no importar cuando el rostro blanquecino, de aquellos que le causaban tanto asco, lo miraba desde el suelo para saludarlo. Él lo entendía como nadie, podía ver en esos ojos helados los trozos de vida que le hacían falta, que lo completaban en un sentido un tanto absurdo. Se sentía como una bestia domesticada que, de pronto, había escapado de jaula para volver al hábitat animal en el que fuese antes el depredador máximo.

Miró al gran escritorio y sintió alivio al notar que no quedaban papeles sobre él. Volteó al resto del despacho, sonrió satisfecho sabiendo que todo estaba en perfecto orden. Se regocijó por un momento ante la meticulosidad con que había desempeñado este proyecto. Sonó el teléfono.

- ¡Hey, amigo! ¿Estás ocupado? Estoy en el Café Orleans con ... Hace mucho que no te ve, ¿quieres venir?
- Ah, K... estaba arreglando mis cosas. Hace un tiempo que no la veo, es cierto. - Respondió con una solemnidad poco natural para su persona.
- ¿Y por qué no vienes? Será un lindo reencuentro después de tanta tragedia.
- ¿Tragedia?... Oh, sí, claro. Iré en unos minutos. Nos vemos.

Colgó el teléfono. Miró al espejo que colgaba a un lado de la oficina, junto a la puerta del baño e intentó reconocer en él una expresión de duelo. ¡Ja! Iluso. Lo único que pudo contemplar fue una risilla burlona que luchó por ocultar antes de llegar a la cita. Salió y cerró la puerta con llave como siempre lo había hecho. A pesar de haber mucha gente a su alrededor en la Universidad, él no habló con nadie, no saludó a nadie ni entabló contacto visual. Salió sin ser notado.

En el Café Orleans, K y ... platicaban animosamente, los sucesos anteriores al encuentro no pesaban por unos instantes, aunque a veces se volvían duros como el silencio y caían sobre los comensales como un yunque. El hombre azul les vio de lejos y se esforzó por parecer sereno. En sus tiempos adolescentes, él y ... habían sentido cierta atracción mútua, pero jamás habían hecho algo al respecto; él había pasado de novia en novia, y ... se había mantenido lejos sin decir palabra. Pero él lo sabía, estaba completamente seguro del amor secreto que ... tenía por él, nadie se lo iba a negar. Se acercó a la mesa y se sentó al lado de ...

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