Es la víspera del tres de octubre, Raúl observa las nubes bajar por la colina, tragarse los árboles mientras caen. Mira a la ciudad lejana. Hace seis horas que se separó del último grupo, vio a Sandoval correr cuesta abajo con Laura a su lado. Revolución y Fernanda fueron las primeras en bajar, de eso hacía casi medio día. Las horas a Raúl se le pasaban como la neblina, rodando despacio hacia los pies, pesando levemente en la espalda, penetrando las fosas nasales hasta el cerebro. Dos más iban con él, Eugenia y Manuel, ambos con la misma expresión taciturna, cansados de un viaje que no tenía para cuando acabar pero resueltos a terminarlo a como diera lugar. Vamos por aquí. No, mejor por allá, ahí hay camino y llegamos derecho al Infonavit Dos caminos, de ahí podemos agarrar un transporte o algo así, la neblina nos servirá de tapadera. Ok, por allá entonces, hay que apurarnos o nos quedamos sin luz.
Manuel tomó la delantera, él conocía el camino. Eugenia iba en medio. Bajaron sin hablar, siempre atentos a lo que pasaba junto a ellos. Los gritos de los soldados, el traqueteo de un camión, sonaron lejanos. La neblina ya les llegaba a las rodillas, era una espesa capa de humedad que lo cubría todo. Péguense a mí, yo conozco estas calles. Se tomaron los tres de las manos y avanzaron despacio por la banqueta hasta una esquina. Ya no sé por dónde ir, no veo nada. No podemos quedarnos aquí, tenemos que llegar a la ciudad. Los militares se movilizaron, el sonido de sus camionetas se apagó a lo lejos, sus luces desaparecieron en la nada. Creo que deberíamos ir hacia allá. Caminaron de la mano por donde los otros se habían ido, aún en silencio. Una lámpara los alumbró por un costado. ¿Quién vive?, preguntó una mujer imitando un hombre, ¿quién vive?, volvió a cuestionar. José, contestó Manuel mintiendo, escondiendo a Eugenia detrás de él. Tú no eres José, yo te conozco, eres Manuel. ¿Quién eres?, dijo él. La mujer se acercó tanto que los tres pudieron verle la cara iluminada por la lámpara. Pensé que se habían muerto en el mítin, ¿vienen solos? Sí, los demás andan por otro lado, ¿tú estás sola? No, Pamela está conmigo en una casa aquí cerca, somos cuatro o cinco, vengan, vamos, hoy no van a poder irse a otro lado.
Ella estaba dormida sobre una colchoneta cuando los otros llegaron, Manuel, Eugenia y Raúl habían sido encontrados vagando por las calles de Dos Caminos sin rumbo aparente. Ella se despertó de un brinco y se incorporó para escuchar las noticias, para preguntar por Sandoval.
- Todos bajamos hoy, - dijo Raúl- venimos desde el otro lado de la ciudad, la hemos estado rodeando. Fernanda y la otra se quedaron atrás, iban para el centro, buscamos a La Voz y a todos los que podamos encontrar, nos reuniremos en la Torre del Reloj dentro de dos días.
- ¿Dónde anduvieron? Todo mundo ha preguntado por ustedes.
- Metidos en la sierra, quisimos desaparecer para que dejaran de buscarnos, era la única forma de regresar sin que aquellos se dieran cuenta.
- Fue idea de Fer, segurito...
- No.
- Eso qué importa, ya están aquí, eso es lo que cuenta. - Dijo Ella.
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