Las miradas frías, congeladas sobre los edificios en ruinas, recorrían la ciudad de un zarpazo. Revolución guardaba silencio. Habían pasado quince días en el exilio total, entre los bosques de la sierra. Se habían olvidado del mundo por un rato para reponerse de los golpes que habían retenido en la piel después del mítin. La batalla era cruda en las calles, los soldados se paseaban inánimes y la gente ya no salía ni a tomar el sol. El desierto de asfalto se cubría de sangre, sonaba a gritos ahogados en paredes, se sentía desolada. Desde arriba, lejanos, ellos podían sentir la pesadumbre que se vivía a sus pies.
- Hay que reagruparse. Entraremos por lugares distintos, sean sigilosos. Nos veremos en tres días en la torre del reloj, traigan a quienes puedan, junten toda la información que puedan también y encuentren a La Voz.
Se dispersaron en grupos de tres y emprendieron el camino a la ciudad-desierto.
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