Cuando me levanté, te encontré en la ventana. Semidesnuda, fría y absorta. Mirabas hacia la calle vacía con una expresión igual. Miré tu piel, como siempre lo hago cuando te da de lleno la luz de afuera, y pude ver el calor escapando de ella entre los poros. Me levanté, lo oíste pero no quisiste hacerme caso. Me acerqué a ti y te abracé con un cobertor, no volteaste. - Lia... No quisiste responder. - Lia... Hace frío, te estás helando. - Sí... no... no tengo frío. Contestaste por inercia sin saber lo que decías. - Regresa a la cama, es muy temprano para estar despierta. - No tengo sueño. - Te vas a enfermar, ven, cuando menos tápate. - No tengo frío. Apoyaste el brazo sobre el cristal. Del otro lado empezaban a caer pequeñas gotas heladas que resbalaban formando figuras inciertas, como las que formabas tú en tu mente sin que yo pudiera verlas. Solté el cobertor y volví a la cama sin quererlo. Sabía que no podía hacer nada para convencerte. Me habías abandonado en tu mente, y yo no...
Conversaciones en el vacío de muchas voces.