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Saber...

¿Saber o no saber? O fingir que no sabe... Qué será más noble para el alma, qué más efímero para la memoria. Si se sabe se corre el riesgo de no querer hacerlo, si no se sabe se busca saber y si se finge es como estar en medio de ambas pero sin realmente estarlo. ¿Fingir o no fingir? Porque saber es, a ùltimas, tener consciencia -y la consciencia duele algunas veces-, y fingir es pretender que no se tiene tal, es como dormir sin soñar con los ojos entrecerrados y la boca balbuceante. Yo sé que sé, pero no sé si tú lo sabes, qué pasa si te lo digo, si, de pronto, de mi boca salen las palabras firmes de que sé algo, qué pasa si tú no querías saberlo y ahora estamos, ambas (os), en el mismo dilema. ¡Hey! there is the rub...

Pensar, existir... saber... comprender... Hacer que el cerebro se atormente con tribulaciones tales es pretender demasiado. Somos seres simples, que son o no son y saben o no saben, seres dicotómicos que con dificultad conciben un tercero en discordia, por eso digo que sé pero finjo no saber, para facilitarme las consecuencias. Y dejo las cuestiones existenciales a otros...

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