La Voz desesperaba detrás de la puerta de la oficina, parecía animal enjaulado. El traje le picaba en todo el cuerpo, la barba al raz le causaba comezón y la palabreja política empezaba a darle dolores de cabeza. Caminaba con pasos indecisos por primera vez en mucho tiempo. Mi primer acto debe ser liberar a los presos políticos, mi primer acto será liberar a los presos políticos, mi primer acto es liberar a los presos políticos. Tenía la mente hecha pelotas entre el parloteo de otros y el interno, escuchaba lejana a una muchedumbre que le aclamaba. Incrédulo, miró el escritorio enorme que yacía frente a sus ojos, al otro lado del cuarto. Ya estoy aquí, donde siempre quise, agárrate de los tenates y anda, esto es lo que estabas esperando, ándale cabrón, pudiste más que ellos, puedes manejar a la masa, hoy puedes manejar a la masa que te quiere. "Estamos listos", dijo una voz masculina abriendo la puerta. Volteó y lo vio de frente, lo abrazó esperando sofocar las dudas en su entusiasmo. Él lo abrazó, palmeó su espalda y le sonrió. Tranquilo, tú puedes, es la misma gente con la que has hablado desde el principio, nomás que hoy te ven limpiecito y perfumado, entrajado, pero son los mismos y tú eres el mismo. Eso lo relajó un poco. Se lanzó de frente al pasillo que lo llevaría a dar su primer discurso en la Presidencia de la República.
Revolución miraba incrédula la luz del sol. Le habían devuelto su ropa cinco minutos atrás y estaba parada afuera de un cereso acostumbrándose al resplandor. Fernanda salió inmediatamente después. Casi no se reconocían, habían pasado meses separadas, viviendo cada una en un cuartito diminuto alejado del sol. No supieron si abrazarse, llorar, reír... Revolución juró por unos segundos que estaba muerta y que aquello no era más que el paraíso final, le pareció una liberación terrible encontrarse en un paraje tan inhóspito como ese. Cayó en la cuenta, muy rápido, estaba viva... y era libre, por fin. Sus ojos adoloridos miraron a Fernanda y su boca seca le sonrió. Se abrazaron. Un auto las esperaba, específicamente a ellas, a unos pasos. Cuando pudieron reconocer sus nombres en la pancarta que sostenía un hombrecillo acartonado, subieron al auto. Cerraron las ventanas, la luz era demasiada y dolía en las pupilas.
- ¿Cuánto tiempo estuvimos ahí? ¿Quién nos sacó? ¿Qué ha pasado? ¿Quién eres tú? ¿A dónde nos llevas? - Los pensamientos de Revolución se agolparon en su garganta, salieron en tropel con una voz rasposa que a ella misma le costó trabajo reconocer. El hombre respondió tranquilo, con una sonrisa.
- No me conoces, me llamo Luis. Lo que ha pasado es muy largo para contárselos ahora, creo que él querrá hacerlo por sí mismo de todas formas. La Voz, quiero decir, así es como ustedes lo conocen.
Se quedaron en silencio, nadie supo si debían seguir preguntando, si debían temer o reír o llorar. Revolución miró por la ventana, el camino se le antojaba un sueño, un largo y paciente sueño que la había esperado detrás de los barrotes, detrás de las altas paredes de concreto, detrás de los gritos, el llanto y la tortura. Todo parecía un sueño que nadie lograba comprender, que no era importante entender ahora. Cerró los ojos y se recostó en el asiento. Fernanda puso una mano sobre la suya.
- ¿Somos libres? ¿En verdad somos libres?
- Somos libres...
After a year or two, maybe more, she never did remember how many they were exactly, of trying to live a regular live in those places she had known for a lifetime, she grew tired, even sick, and she ran away... Revolution's mind was heavy in hard memories. It was suffocated with guns and shouting. It was crowded with people she knew was lost. She never saw or heard of that guy Sandoval again, neither of his lover - what was her name again?, nobody knew.
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