- Quiero un beso de tus labios.
- Síguelo esperando...
- Por qué me torturas.
- Por que me sigues buscando.
- Anda, no seas mala, ya déjame probarte, sólo una vez... qué tal si te gusta.
- Y qué pasa si no...
- Pues hasta ahí la dejamos.
- No me convences.
- No seas tan testaruda, anda...
- No seas tan rogón, véte a tu casa y déjame en paz. Seguro tu mujer te está esperando.
- Ya te dije que no es mi mujer, es mi hermana.
- Aún así... te ha de estar esperando, ya es tarde.
- Ay, contigo, pero algún día caerás, verás que sí.
- Apuesta lo que quieras, galán, conmigo no vas a poder.
Se fue y no volvió hasta los tres días, la barba recortada, los músculos marcados y la pose de "puedo con todas" lo decían todo. Me quería para él. Vino a hablarme de libros y de cine, me dijo maravillas de todas las cosas que pudo. Quiso endulzarme los oídos con su platica culta. Trajo consigo una botella de vino, del mejor que pudo encontrar, de tal y cual uva, de algún lugar lejano. Quiso impresionarme. Se le olvidó un pequeño detalle.
- Hola, linda, ¿cómo estás?
- Bien, qué bueno que llegas... Sara, él es Mario. Mario, ella es Sara, mi novia.
Se le olvidó que si no estoy interesada no es por su falta de su cultura, ni por su mal gusto al vestir, ni porque no sea realmente guapo. Lo único que me molestaría en realidad es su sexo.
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