Querida Sara:
Me has recordado quién soy, había dejado mi rostro olvidado en el arena de un mar sin fondo que me consumía lentamente, viajé prendida de una tabla flotante hasta encontrarme contigo sentada a en la playa con un libro abierto entre las manos. Te miré fijo, respondiste con tus ojos de café. Me recordaste a la yo desnuda que había dejado olvidada en una libreta de bosquejos, me obsequiaste la pluma para escribirme de nuevo y me dejaste una hoja de aquél árbol de historias que dejé perdido en el bosque.
Gracias... te debo el recuerdo de lo que soy y la esperanza de no volverme a olvidar. Te intercambio mis alas por tus hojas, vuela entre mis mundos y déjame escribir en tus páginas lo que me provocas.
He aquí la hoja única que quedó de aquél viejo árbol, ahora renacido.
Lía
Ayer abandoné mis alas rotas...estoy intentando retomar el vuelo con las tuyas, gracias por regalarme el elemento escencial para emprender el viaje!
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