Las gotas de lluvia de un recuerdo borroso caen entre los párpados de la mujer de negro, observa intranquila el panorama gris de la vida citadina y se lamenta a cántaros por la vida que se le escurre por los poros. La mujer contempla un bullicio interminable de luces que corren despavoridas en los caminos de asfalto, que se mueven al unísono del estrés cotidiano, exhalan voces de humo y se gritan las unas a las otras en fumarolas intermitentes. Su vestido de espuma poludida se mece entre las voces chillonas de los anuncios de neón, el tumpa tumpa de bocinas que atropellan mentes y la danza de los esclavos de la ciudad que la alimentan constantemente con sus drogas sintetizadas en grandes pantallas alucinógenas.
La mujer incurre al suicidio momentáneo, mata su dolor con una inyección de adrenalina y se deja caer de un alto edificio, levanta el vuelo cuando está por tocar el suelo y los carrizos de su cabello suenan vacíos entre la penumbra iluminada de la noche citadina. Lleva su pena ultamoderna metida en un ipod que le dicta el momento del llanto. La plañidera actual, la que le llora a la muerte en vida desde la ventana de un motel de poca monta mientras fuma un cigarro mentolado y bebe vino de caja. La mujer de negro que se yergue entre las sombras de nuestra noche iluminada que no deja de respirar smog.
Ha olvidado ya los años pasados, hoy se vive en el mañana, se atormenta la razón con el porvenir aún lejano y se dejan sentir sólo las penas del futuro pues el pasado es obsoleto. La mujer de negro retoma sus plumas que ha dejado en la batalla campal de una habitación húmeda, sostiene a solas su expresión solemne y se lamenta en silencio, en el más profundo silencio encontrado tras los autos, los bares y la música, detrás del estruendo... La mujer se pasea entre las calles con sus botas kilométricas y piensa en el futuro, en el que tanto le duele debajo de las carnes, en el que ha visto correr una y otra vez por sus ojos milenarios, la mujer desea el futuro fatal que termina en desgracia.
La mujer incurre al suicidio momentáneo, mata su dolor con una inyección de adrenalina y se deja caer de un alto edificio, levanta el vuelo cuando está por tocar el suelo y los carrizos de su cabello suenan vacíos entre la penumbra iluminada de la noche citadina. Lleva su pena ultamoderna metida en un ipod que le dicta el momento del llanto. La plañidera actual, la que le llora a la muerte en vida desde la ventana de un motel de poca monta mientras fuma un cigarro mentolado y bebe vino de caja. La mujer de negro que se yergue entre las sombras de nuestra noche iluminada que no deja de respirar smog.
Ha olvidado ya los años pasados, hoy se vive en el mañana, se atormenta la razón con el porvenir aún lejano y se dejan sentir sólo las penas del futuro pues el pasado es obsoleto. La mujer de negro retoma sus plumas que ha dejado en la batalla campal de una habitación húmeda, sostiene a solas su expresión solemne y se lamenta en silencio, en el más profundo silencio encontrado tras los autos, los bares y la música, detrás del estruendo... La mujer se pasea entre las calles con sus botas kilométricas y piensa en el futuro, en el que tanto le duele debajo de las carnes, en el que ha visto correr una y otra vez por sus ojos milenarios, la mujer desea el futuro fatal que termina en desgracia.
¿Presentame a esa mujer no? Siempre he tenido predilección por las "darkis" :P
ResponderBorrarBuen texto.
Saludos.
Se llama Macha es una diosa celta, una plañidera con carrizos en el cabello ;)
ResponderBorrarSi la encuentro, te la presento, jejeje