Los pasos se oyen lejanos, pausados y profundos en el eco de la oscuridad. Vienen hacia ti con la certeza de algo que no se quiere saber. Te agazapas en la esquina como animal asustado y gritas con todas tus fuerzas esperando ser oída al otro lado de una pared inquebrantable. Las sombras de un cuarto pequeño se llenan del húmedo y lastimero clamor de tu llanto incesante. Se agazapan contigo los gritos ahogados en la penumbra y te revuelcas como queriendo meterte bajo la tierra. Una risa sonora azota con furia las paredes que te envuelven, los pasos se acercan. Huyes a contraesquina, te aferras a tus ropas como si ellas fueran una armadura de hierro sólido, los pasos se acercan…
Las bisagras de una pesada puerta metálica rechinan al otro lado de la pared. Escuchas un grito mudo que se calla tan de pronto como ha comenzado y sientes que un frío mortal te congela los nervios. Abres mucho los ojos como queriendo distinguir en las penumbras la causa del ruido, no ves nada. Te aferras aún más a la tela que languidece entre tus dedos. Sudas. El sentimiento helado te recorre la piel como queriendo adueñarse de algo más que tu cuerpo. Te revuelves en el suelo. Gritas, aúllas, gimes, lloras sin lograr expulsar uno sólo de tus sonidos al mundo exterior. Estás sola en el cuarto… sola…
Sabes que detrás de las paredes que te encierran hay otros. Hay alguien de quien solo alcanzas a escuchar gritos, llantos y gemidos sin distinguir voces exactas. No conoces rostros, ni los suyos ni el de tu captor, no conoces ojos ni bocas, sólo sonidos lejanos. Estás sola... Abandonada por una realidad que se ha borrado paulatinamente de tu memoria.
Recuerdas esa soledad perenne que te acecha desde hace meses, tú, tu celda, tus cuatro paredes, tu techo, tu piso, la tela que te cubre y nada más. Lo piensas con desgane y te aferras al grito que llegó hasta ti con la esperanza de que el tuyo también sea escuchado por alguien más, pero no hay respuesta. Temes. Sabes, sin saber, que tu vida podría acabarse en un instante bajo la mano de los pasos que, escuchas, se acercan y se alejan sin tocarte. Oyes otra puerta. Cierras los ojos como escondiéndote de ti misma y aprietas mucho los brazos contra tu pecho. Te convulsionas en el suelo. Respiras rápido. Tu corazón salta por tu cuello. Tus manos sudan, tu frente suda, el frío sudor te recorre la espalda y cae al suelo sin ser percibido por alguien más. Estás sola… sola… lo recuerdas y te cierras a la realidad. Olvidas, buscas olvidar. Te aferras a tu soledad temiendo por tu vida.
La puerta se cierra y dos pasos se oyen al frente de tu pequeño cuerpo envuelto en harapos. Escuchas esa risa sorda y macabra que parece hablar desde un limbo oscuro. Ves el destello de algo irreconocible frente a tu rostro. La risa te advierte el final. El destello cae sobre ti como un rayo de tormenta y olvidas… olvidas todo por completo.
Te estás volviendo recurrente, cada vez que cierro los ojos veo los tuyos en vez de los míos. El bosque detrás de tus pupilas se hace real y yo me interno en tu búsqueda. Haz hablado conmigo de mil cosas que conoces y todas ellas han sido reales al despertar. Me pregunto si estarás ahí cuando me hagas falta... me has dicho que sí. Te he soñado como nunca, una vez tras otra en instantes inconexos que se vuelven obsesivos cuando abro los ojos y entiendo que no fueron en verdad. ¿Lo fueron? Ayer me dijiste que volverías, lo hiciste con tus labios contra mi oreja, mi subconsciente te creyó. Hoy desperté con el pecho vacío, como si algo me hubiese robado el aliento mientras dormía, recordé que estuviste en mis sueños... Todo lo que queda son preguntas con respuestas perdidas en el tiempo. Lo sé, está cerca...
buen escrito, y sin mucho que decir, seguire pasando por aqui, salu2
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