- Quiero un beso de tus labios. - Síguelo esperando... - Por qué me torturas. - Por que me sigues buscando. - Anda, no seas mala, ya déjame probarte, sólo una vez... qué tal si te gusta. - Y qué pasa si no... - Pues hasta ahí la dejamos. - No me convences. - No seas tan testaruda, anda... - No seas tan rogón, véte a tu casa y déjame en paz. Seguro tu mujer te está esperando. - Ya te dije que no es mi mujer, es mi hermana. - Aún así... te ha de estar esperando, ya es tarde. - Ay, contigo, pero algún día caerás, verás que sí. - Apuesta lo que quieras, galán, conmigo no vas a poder. Se fue y no volvió hasta los tres días, la barba recortada, los músculos marcados y la pose de "puedo con todas" lo decían todo. Me quería para él. Vino a hablarme de libros y de cine, me dijo maravillas de todas las cosas que pudo. Quiso endulzarme los oídos con su platica culta. Trajo consigo una botella de vino, del mejor que pudo encontrar, de tal y cual uva, de algún lugar lejano. Quiso impresi...
Conversaciones en el vacío de muchas voces.