Con el caer de la lluvia recordé su nombre. Lo había olvidado por completo. Ella se describía a sí misma como la mujer de negro. Nunca hablamos realmente, jamás intercambiamos números telefónicos, ni direcciones, ni supimos acerca de la vida del otro. Fue una noche salvaje, de sexo descontrolado e irracional. La conocí en un bar, como siempre en este tipo de historias, tuvimos química enseguida y, después de admitir que hacía meses que no tenía una mujer a mi lado, fuimos a su cuarto de hotel. Lo único que recuerdo es que estaba en la ciudad por el funeral de una amiga, "una amiga no muy cercana", me dijo. ¿Era Aurora? Tal vez sólo Aura, no lo sabía, era la mujer de negro para mí y eso bastaba.
A la mañana siguiente pedimos el desayuno a la habitación. Yo pagué, por supuesto. Ella se duchó después de comer y yo me fui mientras lo hacía. No nos volvimos a ver. Vi su fotografía en el periódico pocos días después, la nota hablaba sobre las múltiples celebridades que habían atendido al funeral de la Mujer Verde, su nombre era vagamente mencionado junto al de un renombrado cineasta, uno al que le llamaban Rojo. "Esos tienen una cosa rara por los colores", pensé. Cerré el periódico y no volví a pensar en ella hasta que la lluvia, ayer, me recordó su nombre.
En ese instante, tan repentino como nuestro primer encuentro, pensé que quería saber algo de ella. Sabía que había tirado ese periódico, no tengo la costumbre de guardarlos. Pero entré al internet y busqué al tal Rojo, su nombre artístico, pseudónimo o como le digan, estaba en todos lados. La Wikipedia no me fue de ayuda, ni las páginas de espectáculos. Mi obsesión repentina por la mujer de negro necesitaba algo más que la foto de ese tipo con muchas mujeres y hombres a su alrededor. Busqué en muchas páginas, seguí links a todos lados del mundo, hasta que di con ella...
Eran las tres de la tarde de un día caluroso, la ciudad estaba inusualmente tranquila. El teléfono de la oficina de Rojo comenzó a sonar unos segundos antes de que él pudiera abrir la puerta, dejó de hacerlo justo cuando su manos sobre el auricular. "Volverán a llamar", pensó, "al menos lo harán si es importante". Traía una pila de libros entre las manos, la mochila cargada al hombro con su computadora personal dentro, y una libreta entre los libros que se cayó cuando los puso sobre una silla para contestar el teléfono. En efecto, volvió a sonar.
- ¿Bueno?
- Buenas tardes, señor... ¿Rojo?
- Sí, así me llaman. ¿Quién habla?
- Ah, este... usted no me conoce, disculpe la molestia, soy amigo de... la mujer de negro. Nos conocimos cuando vino al funeral de su amiga.
- Ajá...
- Espero no estarle quitando el tiempo, señor....
- No se preocupe, amigo, me hacía falta una distracción. Supongo que ella no le ha dejado su número, ¿cierto?
- Así es.
- ¿Y usted quiere localizarla?
- Sí, me gustaría.
- Mmm... ¿y qué le ha hecho pensar que llamándome a mí podría obtener su número?
- Un presentimiento. No lo sé, usted es el único lazo que he podido encontrar para dar con ella.
- Bien, bien... entiendo.
- Mire, amigo, no pretendo ningún daño para ella, ni siquiera sé si quiere volverme a ver. Sólo quisiera hablar con ella, algo quedó inconcluso aquella vez y quisiera resolverlo.
- Mmm... sí, suena como ella, tiene usted razón, amigo. ¿Cuál dijo que era su nombre?
- ¿Importa?
- A mí, sí... puede que mi amiga ande por allí encontrándose con diferentes hombres, pero si ella no desea rebelarles su paradero, yo no soy quién para decidir lo contrario, ¿me entiende?
- Claramente. Le propongo esto, entonces, amigo. Le dejo a usted mi número y si fuera tan amable de mencionarle a ella que le he llamado... ella decidirá si responde o no.
- Es usted un hombre razonable, sin duda. Está bien, amigo, anotaré sus datos y le diré que ha llamado. Dejemos que ella se encargue del asunto.
- Le estaré muy agradecido...
La mujer de negro nunca llamó. Alguien me dijo, días después, que su foto había estado en el periódico otra vez... entre los obituarios. Nadie sabe quién fue, ni cómo pasó. Los medios han hablado poco de su muerte, pero lo poco que dicen se resume a esto: la mujer de negro fue asesinada en su departamento, estaba sola, aparentemente. Mi obsesión no encontrará ya forma de saciarse. Debo olvidar a la mujer de negro, tan bien como he vuelto a olvidar su nombre.
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