Lia pensaba pegada a la ventana, Carla la observaba desde el sillón sin preguntar. Las preguntas se arremolinaban en su cabeza como volutas de humo que penetran por la nariz para alojarse irremediablemente en las neuronas. Se sintió ligera, luego muy pesada, algo le ardió en el corazón y le hizo nudo la garganta. Tenía una pregunta pendiente. Miró a Carla como esperando oír la respuesta pero sabiendo que no era ella quien debía dársela. "Ve a buscarla", fue todo lo que le dijo. "Pero..." y se quedó en silencio viendo de nuevo a la ventana. Lia había querido volver a verla, pero no había tenido el valor para hacerlo. Se había detenido varias veces con el celular en la mano y su número marcado sin atreverse a presionar el botón. Decidía olvidarlo y días después volvía a asaltarla la idea. Qué hacer. Carla no decía nada, la veía sufrir en silencio, dudar y sufrir. La verdad es que ese número nunca sería marcado, jamás volverían a verse, ni a hablar, ni Lia se atrevería a hacer la pregunta que le atormentaba desde hace tanto tiempo.
Te estás volviendo recurrente, cada vez que cierro los ojos veo los tuyos en vez de los míos. El bosque detrás de tus pupilas se hace real y yo me interno en tu búsqueda. Haz hablado conmigo de mil cosas que conoces y todas ellas han sido reales al despertar. Me pregunto si estarás ahí cuando me hagas falta... me has dicho que sí. Te he soñado como nunca, una vez tras otra en instantes inconexos que se vuelven obsesivos cuando abro los ojos y entiendo que no fueron en verdad. ¿Lo fueron? Ayer me dijiste que volverías, lo hiciste con tus labios contra mi oreja, mi subconsciente te creyó. Hoy desperté con el pecho vacío, como si algo me hubiese robado el aliento mientras dormía, recordé que estuviste en mis sueños... Todo lo que queda son preguntas con respuestas perdidas en el tiempo. Lo sé, está cerca...
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