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Mostrando las entradas de marzo, 2011

El cuento de la mujer de las mil caras

Había una vez un reino muy lejano, gobernado por un rey de tez oscura y ojos almendrados, sonrisa tranquila y voz grave. Era un reino tranquilo, muy tropical, lleno de colores y figuras distintas, de plantas y animales exóticos. Todos vivían felices en medio de una fiesta perpetua. El rey miraba a todos desde lo alto de su palacio, un palacio hermoso de maderas aromáticas y telas coloridas que estaba plantado en la copa de un árbol muy alto. La gente veneraba a su gobernante por ser justo y agradable, lo seguían a toda costa. En este pueblo no se recordaban las guerras, se cree que nunca hubo alguna. A las ocho de la mañana comenzaba el día, justo cuando el sol subía por los árboles de la selva y el calor comenzaba a dorar las pieles de las personas. A las doce del día, cuando el calor húmedo se volvía insoportable, la gente se daba un tiempo para el ocio, algunos leían, unos dormían, otros jugaban juegos de mesa. A las nueve de la noche se acababan las actividades laborales, pero c...

Revolution

Tengo la certeza de estar siendo estudiada. Siento sobre mí decenas de ojos que me observan, me palpan, admiran mi cuerpo y mi mente como si yo fuera un alienígena recién caído del espacio. Sé que no recuerdo las estrellas. Me tocaban con sus dedos beligerantes y me hacían preguntas absurdas sobre algo que nunca entendí. No quiero comprender. Por meses me trataron como a una bestia. Comer, un privilegio. Leer, una necesidad de supervivencia. Mientras me tuvieron en esa caja de cemento, no vi la luz del sol, no distinguí día de noche, ni supe cómo pasaban las horas. Creé historias en mi mente, me conté miles para olvidar más que para dormir. Ahora hacen experimentos mentales conmigo, intentan quebrarme... Las paredes de la celda se quedaron impregnadas de mis letras, talladas en lápiz, en piedra, con las uñas si era necesario. Quería recordar porqué había llegado ahí, cómo y qué me habían hecho. Quería recordar para odiarlos hasta la muerte y vengar mi deceso viviente si pudiera hacerlo...

My name is Revolution

Mi nombre es Revolución... Hace años, cuando la cosa estaba dura y el gobierno apretaba insistentemente por todos lados, mi cabeza sobresalía del montón, hablé fuerte, grité harto y los opresores voltearon a verme como suelen hacerlo con quienes decimos las cosas tal y como son. Apenas ahora, bajo el farol de un callejón nocturno, me atrevo a escribir mi historia. La China me ha pedido que se la cuente, pero a ella le salen chambas a cada rato y es difícil seguir el hilo de lo que estaba diciendo, mejor se lo escribo y se lo leo cuando regrese de con el cliente del Bora azul. Un día de diciembre - lo recuerdo nublado y frío, con un sol que apenas asomaba entre nubes delgadas -, estaba yo con todos mis amigos en una manifestación afuera del palacio de gobierno - lo pongo en minúsculas porque le he perdido todo respeto -, pedíamos la libertad de algunos presos políticos que eran inocentes, la igualdad de derechos para quienes no la tenían y un cambio radical en las políticas de ultradere...

Celosa de mí

Por las mañanas, me levantaba el ánimo desconocido de abrir la puerta y lanzarme al mundo sin pensar. Quería volar, pensaba que podía, fantaseaba que abría unas alas de aire y planeaba por el infinito. Las noches llegaban serenas con sus cielos llenos de unas estrellas fulgurantes que hablaban en la lengua de los sueños, una que yo podía entender. Se me pasaban las horas contando ilusiones y no reparaba en la realidad del tiempo, no tenía objeto hacerlo. Hoy los tiempos han cambiado como suelen hacerlo ante el influjo de las estaciones, ni soy la que sueña ni soy la soñada. Hoy estoy en el espejo un poco celosa de la que fui antes, un poco desilusionada del cómo han resultado las cosas. No puedo volver, ni quiero intentarlo, sólo quiero prestarme los ojos que tuve para ver el mundo de ahora con las mismas alas de aire que tuve antes. ¿Es mucho pedir? Tengo que confesarlo, sufro de un pequeño complejo de Peter Pan, no quisiera tener que crecer demasiado y si he de hacerlo, quisiera que ...