Febrero es el mes más esperado en el pueblo donde nací, año con año los niños alistan sus cubetas y las botas impermeables para salir corriendo al tañer de las campanas, los adultos miran una y otra vez a la ventana esperando ver las nubes en el cielo que anuncian la festividad más añorada.
Dicen que tiene efectos medicinales, que a los ancianos los hace sentir jóvenes, a los tristes felices y a los niños les causa una euforia placentera llena de imaginación, a los letárgicos los hace soñar, a los adultos los lleva a una especie de éxtasis que sólo ellos conocen y para cada uno es diferente.
Vienen turistas de todas partes del mundo a esperar la lluvia de mediados de febrero, desde la lejana India vino una vez un monje budista, se asombró tanto de los efectos del fenómeno que no quiso regresar a su país, ha fundado su propio templo en lo alto de una montaña cercana al pueblo y desde ahí profesa su fe en Buda y en la lluvia mágica de febrero. Se cuenta que hace mucho tiempo vino de Europa un lord o un conde, llegó por ahí de diciembre y quiso quedarse para el gran evento, rentó toda una hacienda para él y su familia; dicen que el conde o lord, lo que fuera, era de carácter más bien agrio, hablaba poco y la mayor de las veces sólo lo hacía para dar órdenes, era muy quisquilloso con la comida y la bebida, no solía compartir demasiado con la gente; vino al pueblo y se quedó para la lluvia de febrero, mientras se preguntaba por qué la gente hacía tanto alboroto por una simple lluvia y refunfuñaba por la gran feria que se había plantado fuera de su hacienda, la lluvia comenzó a caer… primero vio las gotas incrédulo, el ceño fruncido y los brazos cruzados, luego fue abriendo los ojos, los labios y las manos; quienes estuvieron con él quedaron maravillados, de pronto soltó una sonora carcajada y comenzó a correr por el campo como niño chiquito; el lord o conde nunca volvió a Europa, decidió pasar el resto de su vida comiendo platos exóticos y viviendo entre culturas desconocidas, alguien dijo que lo vio en una caravana bere bere que cruzaba el Sahara, alguien más aseguró habérselo encontrado en la Selva Lacandona.
Ya estamos a principios de año y yo planeo volver a casa para esperar mi festividad favorita. En cuanto llegue febrero sacaré del armario mi cubeta preferida y mis botas de lluvia, llevaré a mis amigos y los haré beber el líquido mágico que cae del cielo a mediados de mes, me dirán que nunca habían visto eso, que habían oído hablar de ello pero lo pensaban cuento de cuna, me dirán misa si quieren pero cuando la vean caer y puedan saborearla se darán cuenta de que no hay nada mejor que la lluvia de chocolate que cae en mi pueblo a mediados de febrero.
I forget who I am... wow... me enkanta tu blog, tenía ya un buen rato ke no lo visitaba y me fascinó escuchar a Goldfrapp al entrar y leerlo :D un saludo Goldfrappero...
ResponderBorrar