Los pedazos de memoria iban entrelazándose en su cabeza, los rostros, las palabras, los lugares y las figuras iban cobrando forma de manera paulatina. Aún no abría los ojos. Su respiración pausada se volvió de pronto un movimiento conciente, el latir de su corazón volvió a resonar en sus oídos. Carla despertaba de un largo e intenso sueño. Sentía los dedos de sus pies, las pantorrillas, las rodillas rígidas por la falta de movimiento. Volvía a sentir el vientre, el estómago débil y adolorido; los pulmones que se inflan con trabajo, el tórax que duele al expandirse. Sentía los brazos cansados y magullados, las manos adormecidas. Recobró conciencia de la cabeza unos minutos después de haber sentido los pies, comenzó a toser cuando sintió en la garganta algo que le impedía respirar regularmente. Abrió los ojos.
- ¿Carla? - Andrea estaba sentada junto a ella, se levantó de inmediato y salió del cuarto como un bólido diciendo: "voy por una enfermera".
Carla miraba el techo blanco, las paredes azul pálido y la pequeña ventana del cuarto de hospital. Frente a su cama había una televisión colgada de la pared y una puerta blanca pequeña que daba al baño. A su izquierda la puerta del cuarto, una silla -en la que Andrea había pasado ya varias noches-, y una mesita pegada a la cama. A la derecha, la ventana y un sillón largo en el que descansaba Lía.
Carla miraba el mar, el azul oscuro del agua nocturna, el reflejo de las estrellas, la luna en cuarto menguante y los faros de las islas cercanas. Carla escuchaba el sonido de las olas pegando fuertemente las rocas bajo sus pies. Carla ignoraba la ciudad, le daba la espalda y pretendía no oir su bullicio tras de sí. Sentada en la barda del paseo del mar, perdía su mirada en el horizonte inalcanzable. Nadie sabe lo que pensaba, las voces que hablaban a gritos en su cabeza, nadie las oía mas que ella. Carla se atormentaba con voces del pasado sientiendo el peso de los recuerdos en el pecho que cada vez se esforzaba más en respirar, repasaba los años, los días y cada uno de los momentos que más dolían como si resarcir las heridas estuviera en la memoria. Carla dejaba de ver el presente y comenzaba a alucinar un pasado remoto que se desarrollaba en el escenario acuoso frente a ella.
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