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Epistolario (adc)

Las palabras se me revolcaron en la lengua, chocando contra mis dientes, revolcándose de nuevo hacia la garganta con el vaivén de miles de ideas que no terminan de ser dichas...
'Yo', dije a tus oídos y me detuve, 'yo...', la palabra sola perdió sentido mientras escapaba de mis labios, 'yo no...' Con la impaciencia de una frase entendida que no se dice, te miré a los ojos esperando que ellos dijeran lo que la boca no pudo. Las lágrimas inertes resbalaron por mis mejillas como si eso significara algo, llenaste tus dedos de la sal que caía, dijiste algo en silencio y sonreí con tus palabras.

Querida Sara:

Me quedé callada sin saber qué responderte cuando hablaste frente al espejo mirando mi reflejo en la pared del fondo. Te vi sentada frente al cristal con tu tono serio, tus ojos fijos en los míos, ellos fijos en el suelo sin saber qué responder... No me gusta hablar, deberías saberlo, no cuando no puedo verte directo a los ojos diciendo algo que no suene a escusa barata. Me arrepentí de errores pasados cuando tus afirmaciones tocaron mis tímpanos y sentí que no tenían sentido las palabras que mi mente intentaba esbozar. Callé.
Ahora te hablo con las manos, con ese lenguaje que entiendes sin tener que explicar, estoy entre tus brazos con la paz que sólo tus pupilas comprensivas me otorgan cuando ves que no puedo decir más, mis lágrimas se mezclan en tu espalda y desaparecen.
Quisiera explicar más, revelarte mis secretos entre las palabras ocultas que dejo cada día en tu mente, decir quién y cómo soy en sólo tres líneas o menos, quisiera decírtelo todo en sueños para no perder el tiempo del día en explicaciones que sé que no puedo dar. Quisiera, por una vez, que vieras mis ojos y adentro, muy adentro, encontraras todas las respuestas que necesitas para conocer hasta mis lados más agudos.
Algún día terminaré de desenvolverme en tus manos y quedará en ella la pequeña personita que soy muy en el fondo, sin máscaras, sin ropas, sin pretextos... Recuérdame así.

Lía

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