El aroma del café parece estancarse de pronto en el cuarto iluminado, tu mano entra en contacto con la taza caliente, tomas un sorbo lentamente para no quemarte y vuelves a poner el recipiente sobre la mesita. Estás por levantarte de la cama cuando su mano en tu hombro te detiene.
- Buenos días - te susurran esos dulces labios desde el otro lado del colchón.
- Buenos días - respondes admirando esos ojos profundos e inocentes. Besas su mano, sorbes el café y te levantas sin soltar la taza a admirar el horizonte desde el ventanal que delimita tu cuarto.
Miras al cielo con el café entre las manos, suspiras y sonríes. Has pasado una noche placentera que, para ti, podría resultar eterna. Sientes sus manos rodeando tu estómago y su respiración en tu cuello, no dices nada, sostienes la taza con una mano para con la otra acariciar su rostro y jugar con su pelo. Se quedan en silencio. Son sólo ustedes, el horizonte, la luz y el aroma del café lo que queda guardado en esa escena. Ella hace tu pelo a un lado para susurrarte algo al oído, tú acaricias su cara y sorbes el café. Despegas la vista del entorno para enfocarla en sus ojos, esos ojos que tanto te evocan, le sonríes y besas sus tersos labios sin quitarle la mirada de encima.
- Eres hermosa, ¿lo sabías? - dices con ternura. Ella asiente con la cabeza mirándote de manera infantil, mordiéndose un labio. No lo resistes, sorbes una vez más el café, lo dejas en la mesita que está a tu lado y la tomas, a ella, entre tus brazos; la besas y detienes el tiempo por un instante. Juegas con su pelo, lo recorres con tus dedos admirándola por completo.
- Eres verdaderamente hermosa - dices suavemente.
Deslizas tu mano por su rostro, su cuello, su pecho y la detienes tranquila en su cintura. Ella te sonríe, te admira también en silencio, te toma de la mano, te jala con ella hasta la cama. Pierdes otra vez la noción del tiempo, tu vida se ha detenido en ese momento de ternura, y mientras el café se enfría, aromatizando el cuarto, el calor de su cuerpo te mantiene cálida.
Cierras los ojos para reconocerla con el tacto, cada milímetro de piel, cada poro te habla en un lenguaje que tu cuerpo entiende bien. Los latidos aumentan, como tambores indicando el ritmo de una canción. Melódicamente tus manos pasan de su rostro, sus labios, hasta el interior de sus muslos. Te pierdes en la cálida humedad de su sexo mientras deslizas tu boca cuesta abajo. Te toma de las manos, se aferra a ellas queriéndose anclar a ti para no volar sin rumbo. «Guíame», parece que te indica el movimiento de sus caderas. Regresas tus besos a su cuello y escuchas con atención cada respiro, cada murmullo, cada gemido… aumentando. El movimiento progresivo de sus cuerpos se suma al de su respiración. Vuelas, estás lejos, perdida en una luz de éxtasis.
Abres los ojos de nuevo, ya es media mañana, bajo tu brazo encuentras su cuerpo desnudo, en su cara se dibuja una suave sonrisa, pasas tu mano por su perfil, su hombro, su pecho, su cadera y ese muslo que se aprisiona tiernamente a tu costado. Desde esas palabras susurradas a tu oído ella no ha vuelto a hablar, reparas de pronto en eso y vuelves tu vista a su rostro.
- Tú también eres hermosa - te dice en un intento de recuperar el aliento, sus palabras están sumergidas en una especie de suspiro reconfortante.
No dices nada, pero sonríes en agradecimiento y besas una de sus manos que ahora reposa en tu pecho desnudo. Volteas al ventanal, el sol entra radiante por los cristales, recuerdas tu taza de café, ahora fría, y piensas en levantarte, pero ella lo hace primero, toma el recipiente a medio llenar y lo lleva fuera del cuarto. La admiras mientras camina desnuda por el pasillo, volteas al horizonte y suspiras, detienes todos tus pensamientos en ella, en ese ser que tanto te fascina.
Oyes sus pasos volviendo, sin una palabra te devuelve la taza de café, de nuevo caliente, se recuesta junto a ti y abre un libro mientras tú te paras frente al ventanal a pensar en tu siguiente historia.
(Este es un fragmento de la novela que intento escribir...)
- Buenos días - te susurran esos dulces labios desde el otro lado del colchón.
- Buenos días - respondes admirando esos ojos profundos e inocentes. Besas su mano, sorbes el café y te levantas sin soltar la taza a admirar el horizonte desde el ventanal que delimita tu cuarto.
Miras al cielo con el café entre las manos, suspiras y sonríes. Has pasado una noche placentera que, para ti, podría resultar eterna. Sientes sus manos rodeando tu estómago y su respiración en tu cuello, no dices nada, sostienes la taza con una mano para con la otra acariciar su rostro y jugar con su pelo. Se quedan en silencio. Son sólo ustedes, el horizonte, la luz y el aroma del café lo que queda guardado en esa escena. Ella hace tu pelo a un lado para susurrarte algo al oído, tú acaricias su cara y sorbes el café. Despegas la vista del entorno para enfocarla en sus ojos, esos ojos que tanto te evocan, le sonríes y besas sus tersos labios sin quitarle la mirada de encima.
- Eres hermosa, ¿lo sabías? - dices con ternura. Ella asiente con la cabeza mirándote de manera infantil, mordiéndose un labio. No lo resistes, sorbes una vez más el café, lo dejas en la mesita que está a tu lado y la tomas, a ella, entre tus brazos; la besas y detienes el tiempo por un instante. Juegas con su pelo, lo recorres con tus dedos admirándola por completo.
- Eres verdaderamente hermosa - dices suavemente.
Deslizas tu mano por su rostro, su cuello, su pecho y la detienes tranquila en su cintura. Ella te sonríe, te admira también en silencio, te toma de la mano, te jala con ella hasta la cama. Pierdes otra vez la noción del tiempo, tu vida se ha detenido en ese momento de ternura, y mientras el café se enfría, aromatizando el cuarto, el calor de su cuerpo te mantiene cálida.
Cierras los ojos para reconocerla con el tacto, cada milímetro de piel, cada poro te habla en un lenguaje que tu cuerpo entiende bien. Los latidos aumentan, como tambores indicando el ritmo de una canción. Melódicamente tus manos pasan de su rostro, sus labios, hasta el interior de sus muslos. Te pierdes en la cálida humedad de su sexo mientras deslizas tu boca cuesta abajo. Te toma de las manos, se aferra a ellas queriéndose anclar a ti para no volar sin rumbo. «Guíame», parece que te indica el movimiento de sus caderas. Regresas tus besos a su cuello y escuchas con atención cada respiro, cada murmullo, cada gemido… aumentando. El movimiento progresivo de sus cuerpos se suma al de su respiración. Vuelas, estás lejos, perdida en una luz de éxtasis.
Abres los ojos de nuevo, ya es media mañana, bajo tu brazo encuentras su cuerpo desnudo, en su cara se dibuja una suave sonrisa, pasas tu mano por su perfil, su hombro, su pecho, su cadera y ese muslo que se aprisiona tiernamente a tu costado. Desde esas palabras susurradas a tu oído ella no ha vuelto a hablar, reparas de pronto en eso y vuelves tu vista a su rostro.
- Tú también eres hermosa - te dice en un intento de recuperar el aliento, sus palabras están sumergidas en una especie de suspiro reconfortante.
No dices nada, pero sonríes en agradecimiento y besas una de sus manos que ahora reposa en tu pecho desnudo. Volteas al ventanal, el sol entra radiante por los cristales, recuerdas tu taza de café, ahora fría, y piensas en levantarte, pero ella lo hace primero, toma el recipiente a medio llenar y lo lleva fuera del cuarto. La admiras mientras camina desnuda por el pasillo, volteas al horizonte y suspiras, detienes todos tus pensamientos en ella, en ese ser que tanto te fascina.
Oyes sus pasos volviendo, sin una palabra te devuelve la taza de café, de nuevo caliente, se recuesta junto a ti y abre un libro mientras tú te paras frente al ventanal a pensar en tu siguiente historia.
(Este es un fragmento de la novela que intento escribir...)
Lindo capitulo, ya tengo algo interesante que leer :) !!
ResponderBorrarKarina