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Mostrando las entradas de 2013

Silencio

Las palabras atoradas en la garganta, los ojos anegados, la impotencia de las palabras que se respiran en silencio, el espacio espectral que yace a la mitad de todo. Lo vió lejano como un ave volando, sentado en el sillón de la sala, ignorado e ignorante. Se levantó entonces de la cama con la firme intensión de decir algo, pero no supo qué, se sintió impotente. Volvió al letargo de las sábanas que olían a él mientras él observaba impávido a la computadora. Se sintió una pieza de utileria. Ya llevaba un par de días con el sentimiento atravesado en el cogote, se lo tragaba difícilmente con la saliva. Ya llevaba un par de días aguantando sin decir mucho, sonriendo a ver si conseguía una sonrisa, platicando a ver si lograba hacer conversación y nada. Todo seguía igual. Él no le hablaba, hablaba con otros, eso sí, entablaba conversaciones largas en las que reía como si nada más pasara. El frío en la cama le recordaba que al dormir, incluso al dormir, él le volteaba la espalda. Sentir que t...

Sigo pensando en ti

Sigo pensando en ti. Pienso en el ayer que deseo convertir en mañana, en las palabras que saben a café, en tu piel con olor a limón y sal. Pienso en ti como si fueras un recuerdo cercano de días futuros que aún se ve borroso porque permanece en movimiento. Pienso en ti con el olor de la lluvia, el tamborileo del granizo de septiembre, las pinturas impresionistas que se ven como si no trajera los lentes puestos. Pienso en ti a sabiéndas de que te veré más tarde, más temprano, más veces, más días, más... Sigo pensando en ti y no pienso detenerme aunque digas que se te desgasta la figura y te descarapelas como si cambiaras de piel. Aquí yo estoy, simplemente, pensando en ti.

La decadencia del hombre azul

Empezó a sentirlo la mañana del 3 de diciembre. Habían corrido los meses a su lado desmejorándole la salud poco a poco y ahora se sentía inminente. El hombre azul miraba el ocaso de un día de enero junto al término de su propia vida. Se sentía acabado, desgastado por las oleadas constantes de ira, inseguridad y odio que habían asaltado a su cuerpo desde incios del año pasado. Ahora estaba tirado en una plazuela desierte sin ánimos de moverse, agazapado en su propia sombra cual animal herido. Su corazón palpitó de pronto con esa rapidez que le aceleraba los pensamientos. Lo deseaba ahora, lo necesitaba AHORA. Su cerebro le gritó a su cuerpo que se levantara y comenzará a andar. K había desaparecido, después del accidente automovilístico que él había provocado, jamás había vuelto a verle el rostro. K sabía muy bien cómo hacerse pasar por fantasma. El hombre azul recordaba aquellos momentos en que K había aparecido de improviso y se había esfumado al segundo siguiente sin dejar rastr...

Un día con M.

Ayer estaba tranquilamente sentada en la banca de un parque, había decidido tomar el sol y terminar de degustar el último libro de la serie que estaba leyendo, cuando mi teléfono sonó. Lo dejé sacarme de mi libro después de haber terminado el párrafo. Miré la foto de la pantalla y la leyenda: M. Disaires. Supuse que era mejor contestar, a M. no le gusta que la deje esperando demasiado tiempo en el teléfono. Fue una llamada rápida, casi fugaz. M. quería decirme que llega mañana en la tarde, por favor, ve por mí, no sé aún cómo llegar a tu casa. Y, bueno, en esta ciudadsota de miedo, nadie sabe llegar a mi casa más que yo, respondí. Nos reímos. Colgamos. Se acabó, me dije, el sol es hermoso, el día está fantástico para andar al aire libre y el libro ahora se siente como una prisión helada en otro mundo. No quiero sentir frío innecesario. Así que me levanté, guardé el libro en la bolsa y emprendí el camino a un lugar indefinido. M. llegó hace unas horas. Fui a buscarla al aeropuerto....

La primera mirada a La Voz

Revolución paseaba por las avenidas insomnes de la ciudad desolada, recorría un camino que apenas reconocía. La chamarra de plumas aminoraba el ruido de los autos que pasaban a su lado. Romy destallaba a lo lejos con sus zapatos dorados, debajo de la farola amarillenta, el humo de su cigarro subiendo perezoso entre el aire dañado formaba volutas amorfas. Revolución se detuvo frente a un escaparate sombrío, un libro la saludó a lo lejos: "Martirio", el nombre del autor era impactante... era La Voz. What the hell? She said to herself. As it turns out he is a writer, huh? Well, well, well... She felt an urgent need to put her hand through the glass and take the book, rip it a part as she red it and toss it into the fire afterwards. But she didn't do it. She touched the cristal wall between them and walked away. Martir, she thought, he thinks of himself a martir... no! No way! He must be talking about someone else, maybe one of us, maybe no one we know at all. I j...