Lia pensaba pegada a la ventana, Carla la observaba desde el sillón sin preguntar. Las preguntas se arremolinaban en su cabeza como volutas de humo que penetran por la nariz para alojarse irremediablemente en las neuronas. Se sintió ligera, luego muy pesada, algo le ardió en el corazón y le hizo nudo la garganta. Tenía una pregunta pendiente. Miró a Carla como esperando oír la respuesta pero sabiendo que no era ella quien debía dársela. "Ve a buscarla", fue todo lo que le dijo. "Pero..." y se quedó en silencio viendo de nuevo a la ventana. Lia había querido volver a verla, pero no había tenido el valor para hacerlo. Se había detenido varias veces con el celular en la mano y su número marcado sin atreverse a presionar el botón. Decidía olvidarlo y días después volvía a asaltarla la idea. Qué hacer. Carla no decía nada, la veía sufrir en silencio, dudar y sufrir. La verdad es que ese número nunca sería marcado, jamás volverían a verse, ni a hablar, ni Lia se atreverí...
Conversaciones en el vacío de muchas voces.