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El funeral de la mujer verde

Una tras otra caen las gotas sobre el mantel, el cielo se tiñe de oro mientras sube el sol entre las nubes, las aves huyen lejos del horizonte. La mujer de negro se acerca a la puerta y rota la perilla lentamente, abre con cuidado. El hombre azul quedó tendido sobre la mesa mirando a la ventana. K habló de pronto: "¿qué esperas para despertarlo?, nada más sarandéalo y que se vaya despabilando en el camino". Rojo se movió cerca del hombre azul, le puso la mano en el hombro y él se despertó sobresaltado. "¿Qué pasa? ¿Qué pasa?", dijo mirando a todos lados el hombre azul, "te quedaste dormido sobre la mesa otra vez, amigo", contestó Rojo, "ya vámonos", dijo K siguiendo a la mujer de negro.
Está amaneciendo, ¿crees que nos de tiempo de llegar?... ¿Rojo?
¿Qué?, ah, sí, claro, nos da tiempo perfectamente, llegaremos exacto al funeral.
¿Crees que al niño de oro le importe si no nos quedamos a la misa? Me choca ir a misa, no lo soporto.
Cálmate, amigo, te entiendo, llegaremos y le diremos al niño de oro que tenemos un compromiso de suma importancia, que no nos tomará mucho tiempo y aunque no nos quedemos a la misa, estaremos en la recepción puntuales, él entenderá, es muy comprensivo.
Bien, bien, perfecto.
K iba mirando al panorama, las curvas de la carretera le hacían pensar en las olas de un mar vertical que tragaba monstruos metálicos autómatas. Las olas se detenían al final del asfalto, los cactus fluctuaban con el movimiento del agua imaginaria. K recordaba sus inmersiones, el scuba era su pasión segunda por sobre los libros de ciencia ficción, ahora se sentía Nemo dentro de su Nautilus personal, sumergida en su máquina de acero moviéndose de lado con las olas viajaba entre peces voladores de alas marinas. "Hey, K, ¿dónde estás?", "en el mar, amigo, en el mar... déjame ahí". El hombre azul se alejó de K con una mueca de fastidio. "Estás borracho todavía, ¿verdad?", "nah, ni creas, estoy bien, sólo tengo un poco de sed", la mujer de negro veía como el hombre azul se tambaleaba con el moviemiento del auto, K estuvo a punto de asestarle un golpe cuando chocó contra su hombro secándole de pronto las ideas. Con una expresión de molestia, K lanzó al hombre azul hacia el otro lado del carro, "¡compórtate!, ¿quieres? vamos a un funeral y tú no pudiste hacer más que emborracharte la noche anterior...", la mujer de negro pidió a Rojo que se orillara en la carretera para que pudieran cambiar de lugares. K se refugió en el asiento de adelante, junto a Rojo, y volvió a su mar exterior.
"Lástima que la mujer verde ya no puede viajar con nosotros... era divertido traerla paseando por el país como a una niña que no conocía el mar, je, la mujer verde era divertida... ay, ya la extraño y apenas ayer supimos de su muerte, el niño de oro debe estar muy mal, ¿qué podremos hacer por él? Si la mujer verde no hubiera sido como fue, si hubiera sido otra, morada o amarilla, silente, pausada y con remordimientos, si hubiera sido menos humana y más fría como deidad lejana, si hubiera sido menos ella... Qué bueno que no lo fue... Así es mejor, el ciclo vital se acaba y la mujer verde se volverá café, como la tierra, será de tierra... espero que la volvamos a ver hecha árbol o flor, o alga", Rojo miró a K fantaseando con los ojos en el camino.
La mujer de negro sostenía la cabeza del hombre azul con el hombro derecho, acababa de escuchar las reflexiones de Rojo. "Tal vez la mujer verde esté mejor ahora, decía que ya se estaba marchitando, ¿recuerdas? Hace meses, cuando fuimos a la playa y nos subimos a la lancha del niño de oro, ella dijo que se estaba haciendo café, que ya no tenía mucha vida entre las venas y ayer por fin se secó, así tenía que ser. Lástima que el niño de oro no nos dijo antes que se estaba secando, hubieramos podido venir a verla antes y tal vez una botella de buen vino la hubiera reanimado."
"No creo que el niño de oro lo supiera antes que nosotros, no creo que se diera cuenta", "y, ¿tú qué sabes? El niño de oro la conocía mejor que tú, amigo". "Como digas..." El hombre azul volvió a dormirse, esta vez con la cabeza apoyada en la ventana. La mujer de negro no volvió a hablar, nadie más lo hizo. K empezó a tarerar una canción pocos minutos más tarde, algo acerca de un vuelo lejano, una mujer olvidada y un hombre de la luna, cantó el coro y siguió tarareando aún sin prestar atención a los demás. En este viaje nadie prestaba atención a los demás.
"¡¿Qué es esto?! Pero, cuanto tráfico, es imposible... ¿ya vieron?" Rojo señalaba al frente con expresión de incredulidad, "Amigo, ¿qué ves? ¿Hasta dónde llega la cola?", "Amigo Rojo, se ve muy muy muy larga, no veo hasta dónde llega", "creo que no llegaremos a tiempo para el funeral", "la mujer verde nos va a extrañar..." K y la mujer de negro sacaban ahora las cabezas por las ventanillas. "No se están moviendo, Rojo, creo que mejor apagas el motor", "no, tenemos que llegar a tiempo o el niño de oro creerá que la mujer verde no nos importaba en absoluto."
Se bajaron del auto y caminaron por la carretera, un viejito con una auto café les dijo que él y su familia tenían ya cerca de una hora esperando movimiento, el nieto del auto café aseguró que un camión se había volteado impidiendo el paso. "Caminaremos un poco más, a ver qué pasó", "¿podrían avisarnos si saben algo?", "claro que sí, volveremos pronto, no desespere señor". El nieto se unió al grupo de búsqueda de respuestas, era un jóven de unos 17 años, muy alto para su edad y flaco como una garrocha, caminaba a pasos agigantados junto al sereno Rojo que iba sacando conclusiones. "Tal vez haya sido el camión que dices, tal vez haya una carambola y aún no hayan llegado las grúas, o un deslave... Te dije que se me hacía raro no ver autos del otro lado, K", "¿qué?... ah, sí, lo dijiste, creo que pensaba en las algas espinozas que crecen al costado del mar, recuerdo que alguna vez la mujer verde y yo nos sumergimos en una barrera de arrecifes, los cerebros parecían cactos chaparritos y rechonchos sin espinas, dijo que los peces eran aves pasajeras entre la sal marina, los grandes bosques de algas parecían pastizales a lo lejos... pero eso fue hace mucho, tendré que olvidarme de esas cosas para no añorar a la mujer verde que me seguía bajo el agua".
Una mujer joven tomaba el sol a un costado de la carretera, había extendido una tela en el suelo y se había echado sobre ella sin importarle lo que sucedía a un lado. El hombre azul se acercó a mirarla, "hola", le dijo, "¿me recuerdas?", la mujer se quitó una gorra que le cubría los ojos, esperó unos segundos hasta que el sol dejara de cegarla, "hombre, amigo, pero claro que me acuerdo de ti, nos conocimos aquella vez en casa de la mujer verde, ella siempre tan linda, ¿cómo has estado?" La mujer de negro los miró de soslayo y siguió caminando, Rojo saludó con la mano pero no se detuvo, K ni siquiera la vió.

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