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Emilio

Hace muchos años que no te veo.
Tal vez ya no recuerdo tu cara, pero en mi memoria guardo la calidez de tu mirada, ojos de abuelo que miran niña y piensan en dulce.
Cierto es, y siempre fue que no aguantabas nuestros juegos, fuimos, en ese sentido, tan ajenos. Pero todos íbamos a ti, señor de dulce y caramelo, para ver al hombre que aunque fuerte terminaba por doblegarse y regalarnos paletas. Te vi desde mis ojos pequeños, desde mi estatura mínima, y no recuerdo qué fue lo primero que miré, tal vez tu cabeza nevada o tu sonrisa que, por un momento, parecía de azúcar.
Hace mucho tiempo que no oigo tu voz, ni tus palabras cándidas, ni tus regaños de nervios añejos. No he vuelto a escuchar, "ay, pero, mi niña, cómo has crecido", sintiéndo una mano fuerte acariciar mi cabello de nieta.
Hoy eres recuerdo, y no mueres, porque estás donde siempre estuviste y no te has ido, ni te irás sólo porque después de vivir en vez de volverte sombra, eres luz de memoria.


Y, por si no lo han notado, es para mi abuelo, quien sé que descansa en paz.

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