Hace tanto tiempo que ha quedado el silencio que ahora se siente como una película de ectoplasma que permanece inerte en el aire. La observé con los oídos bien clavados en su respiración, penetraba el aire a su nariz, por la garganta, a los pulmones y yo lo escuchaba salir lentamente de su boca en palabras casi monótonas, ¿o será que yo no quería escucharlas? Ella hablaba y hablaba de la vida, del mundo, de las vueltas de fortuna... habla y hablaba entre mi silencio taciturno. La miraba a los ojos de cuando en cuando, la luz vivía en ellos desde hacía tanto tiempo que estoy segura de que ella había olvidado la primera vez que la vio. Palpé una predestinación al encuentro que no había podido prever. El silencio empezaba a escurrírseme por la piel y los oídos prestaban atención a los labios que se movían cadenciosamente. Me mantuve prendida de su articulación perfecta, de sus oraciones estéticamente fantásticas, de la boca que las iba recreando cuando picaban en la lengua fugaz. Repetí ...
Conversaciones en el vacío de muchas voces.