- ¿Está bien?
- Sí, creo que no ha comido, por eso se desmayó, tráele una coca, no seas mala.
- Sí, voy.
Ella abrió los ojos y se descubrió a sí misma en un cuarto blanco, acostada en un sillón pequeño, con el pantalón y el sostén desabrochados. Un rostro amable y barbón la observaba soplándole con un fólder vació.
- ¡Hola! - Le dijo muy sonriente el hombre de la barba.
- ¿Hola?
- ¿Te sientes bien?... Te desmayaste hace un rato en la calle...
- Ah, sí, estoy bien, gracias.
- ¡Cuidado! No te levantes, mejor quédate ahí un rato. Ahorita te traen una coca para que te sientas mejor.
- Yo...
- No es pregunta. - Sonrió.- No te voy a dejar que te vayas hasta que te la hayas tomado, es un hecho.
Ella lo miró con una mezcla de asombro e incomodidad. Le sonrió por compromiso. ¿Quién es? Sé que lo conosco, se me hace familiar, pero... ¿dónde lo he visto? No se parece a ningún actor, ¿o sí? Le tomó unos segundos más recordar su voz. ¡Es él! Recordaba entonces a su hermano, en la prepa, sentado en una banca de la cancha de futbol, platicando con él de sus más recientes conquistas. Los vio jugando Playstation en la sala de su casa, tomándose una cerveza a escondidas de sus papás. Le sonrió por el recuerdo.
- ¡Hey! Ya despertaste, qué bueno. ¿Quieres hielos? - Era la chica del mensaje extraño, alargándole un vaso con Coca Cola.
- No, gracias, así está bien. - Estos son los revoltosos amigos de Sandoval... claro.
- Oh, perdona, no nos hemos presentado, somos amigos de Sandoval...
- Sí, ya sé.
- A mí ya me conoces, ¿no? - Dijo él.
- Claro... - Se miraron a los ojos y decidieron no hablar del pasado.
Ella se incorporó. Revolución jaló una silla para sentrarse frente al sofá. Él se levantó y volvió a sentarse detrás del escritorio. Tenía muchísimas preguntas para ellos pero no sabía si debía formularlas en ese momento.
- Sí, creo que no ha comido, por eso se desmayó, tráele una coca, no seas mala.
- Sí, voy.
Ella abrió los ojos y se descubrió a sí misma en un cuarto blanco, acostada en un sillón pequeño, con el pantalón y el sostén desabrochados. Un rostro amable y barbón la observaba soplándole con un fólder vació.
- ¡Hola! - Le dijo muy sonriente el hombre de la barba.
- ¿Hola?
- ¿Te sientes bien?... Te desmayaste hace un rato en la calle...
- Ah, sí, estoy bien, gracias.
- ¡Cuidado! No te levantes, mejor quédate ahí un rato. Ahorita te traen una coca para que te sientas mejor.
- Yo...
- No es pregunta. - Sonrió.- No te voy a dejar que te vayas hasta que te la hayas tomado, es un hecho.
Ella lo miró con una mezcla de asombro e incomodidad. Le sonrió por compromiso. ¿Quién es? Sé que lo conosco, se me hace familiar, pero... ¿dónde lo he visto? No se parece a ningún actor, ¿o sí? Le tomó unos segundos más recordar su voz. ¡Es él! Recordaba entonces a su hermano, en la prepa, sentado en una banca de la cancha de futbol, platicando con él de sus más recientes conquistas. Los vio jugando Playstation en la sala de su casa, tomándose una cerveza a escondidas de sus papás. Le sonrió por el recuerdo.
- ¡Hey! Ya despertaste, qué bueno. ¿Quieres hielos? - Era la chica del mensaje extraño, alargándole un vaso con Coca Cola.
- No, gracias, así está bien. - Estos son los revoltosos amigos de Sandoval... claro.
- Oh, perdona, no nos hemos presentado, somos amigos de Sandoval...
- Sí, ya sé.
- A mí ya me conoces, ¿no? - Dijo él.
- Claro... - Se miraron a los ojos y decidieron no hablar del pasado.
Ella se incorporó. Revolución jaló una silla para sentrarse frente al sofá. Él se levantó y volvió a sentarse detrás del escritorio. Tenía muchísimas preguntas para ellos pero no sabía si debía formularlas en ese momento.
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