Hace dos días que estoy en esto... dándole vueltas al revuelo de hojas sueltas que eran las historias de mi juventud, a las fotografías opacas que ocupan un espacio inerte en las hojas de mis álbumes(?). Creo que el pasado se me quedó en las venas, me bulle con el presente que salta entre montañas lejanas y se esfuma con un futuro nuboso. Hace dos días que revuelco mi ático en busca de la libreta azul que tiene "2005" tatuado en la pasta. No la encuentro y es imperativo que lo haga pronto, algo en esa libreta me está causando un escosor insasiable en los ojos, necesito verla de nuevo, ¿dónde demonios está?
Ayer encontré tres volúmenes de cuentos "Sueños", "Realidades" y "Pesadillas", uno al lado del otro, todos empolvados y expectantes. Me senté en el suelo, los abrí y hojee uno a uno como a se observa a un tesoro perdido en las inmensidades del mar, con un cuidado extremo. Muchas historias tenían las palabras medio derruidas, todas eran borradores. Junto a los volúmenes de manuscritos estaban los libros empastados, mucho menos maltratados y por tanto más legibles. Sentí lástima de pronto por el niño de oro muerto, por Yerin que vagaba sola entre callejones, por los chicos del Colegio Cortés que nunca volverían a él. Sentí que partes de mi que había perdido en algún lugar empolvado regresaban poco a poco a mis entrañas.
Las fotografías estaban en cajas separadas. Las vacaciones en Oaxaca en 1993, la salida de la primaria, las fotos de grupo con los compañeros de escuela, el cumpleaños 80 de la abuela... imposible recordar cada fecha, cada hecho, cada nombre de cada cara. Imposible saber si el rostro de las fotos es el mismo del espejo. Yo las miro con cierta devoción infantil, como si tenerlas en mis manos trajera de vuelta los momentos en que fueron tomadas, esperando conectarme con las personas estáticas y plásticas, las de entonces, las de ahora.
Libros... libros... libros... unos míos, otros ajenos. Unos apolillados por desgracia, otros un poquito enmohecidos, unos más en perfecto estado de vejez perpétua. Libros de texto, de ensayo, de novela, de cuento, de teatro, de poesía, de lingüística, de semiótica, de latín, de fotografía, de pintura, de arte, de vocabularios, de conjugaciones... libros de memorias que adquieren el sepia de la lejanía temporal haciéndose viejos antes que nosotros, adquiriendo arrugas prematuras, polvo extraño y propio, telarañas y mordeduras de bichos diminutos como el tiempo que los abstrae para hacerlos perpétuos. Libros de ayer, libros de hoy, de mañana y de siempre. Libros de memorias.
Ayer encontré tres volúmenes de cuentos "Sueños", "Realidades" y "Pesadillas", uno al lado del otro, todos empolvados y expectantes. Me senté en el suelo, los abrí y hojee uno a uno como a se observa a un tesoro perdido en las inmensidades del mar, con un cuidado extremo. Muchas historias tenían las palabras medio derruidas, todas eran borradores. Junto a los volúmenes de manuscritos estaban los libros empastados, mucho menos maltratados y por tanto más legibles. Sentí lástima de pronto por el niño de oro muerto, por Yerin que vagaba sola entre callejones, por los chicos del Colegio Cortés que nunca volverían a él. Sentí que partes de mi que había perdido en algún lugar empolvado regresaban poco a poco a mis entrañas.
Las fotografías estaban en cajas separadas. Las vacaciones en Oaxaca en 1993, la salida de la primaria, las fotos de grupo con los compañeros de escuela, el cumpleaños 80 de la abuela... imposible recordar cada fecha, cada hecho, cada nombre de cada cara. Imposible saber si el rostro de las fotos es el mismo del espejo. Yo las miro con cierta devoción infantil, como si tenerlas en mis manos trajera de vuelta los momentos en que fueron tomadas, esperando conectarme con las personas estáticas y plásticas, las de entonces, las de ahora.
Libros... libros... libros... unos míos, otros ajenos. Unos apolillados por desgracia, otros un poquito enmohecidos, unos más en perfecto estado de vejez perpétua. Libros de texto, de ensayo, de novela, de cuento, de teatro, de poesía, de lingüística, de semiótica, de latín, de fotografía, de pintura, de arte, de vocabularios, de conjugaciones... libros de memorias que adquieren el sepia de la lejanía temporal haciéndose viejos antes que nosotros, adquiriendo arrugas prematuras, polvo extraño y propio, telarañas y mordeduras de bichos diminutos como el tiempo que los abstrae para hacerlos perpétuos. Libros de ayer, libros de hoy, de mañana y de siempre. Libros de memorias.
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