Volví a soñar con el hombre azul. Estaba sentado de espaldas a mí en la cafetería de la 3. Su traje de rayas resaltaba entre la clientela estudiantil del lugar como una mancha de café en un mantel blanco. Vi el contorno de su cuerpo y se me estremecieron los nervios. Tuve la certeza instantánea de que era él sin serlo. Algo me decía que detrás de ese espeso cabello oscuro había sonrisa malévola al asecho. Juraría haberle visto los labios de Guasón desde el reverso de la cabeza. No quise acercarme, pero él ya me había visto y me llamaba con la mano. Caminé sigilosamente, nerviosamente, hasta la mesa y me senté frente a él sin saludarlo. No dijo nada. Si lo hizo, yo no lo escuché, estaba absorta en sus ojos oscuros y endurecidos, casi vacíos. Me parecía monstruoso detrás de la máscara de dulzura que solía ser su rostro. Lástima, pensé, era muy guapo, ahora se ve deforme: ojeroso, pálido, demacrado, ríe nervioso, pareciera que tuviera miedo de que alguien lo asaltara de pronto. Debe...
Conversaciones en el vacío de muchas voces.