Escribir es a veces el tedio de las palabras apelmazadas entre sí por la mera obligación de verse puestas en algún lado, escribir sin ganas, escribir sin orgullo, escribir por necesidad inexpresiva. Escribir así es como quitarle el aliento a la vida, es, simplemente, colocar un concepto tras otro intentando decir algo que no sólo no se sabe qué es sino que, además, no se quiere decir. Es escribir inconforme de los signos, de los contextos, de la pantomima del escritor de oficio que corre la tinta (o los pixeles) con una convicción estomacal. Pobre del escritor que se fuerza a sí mismo a vender la pluma, pierde el arte sobre el oficio y no por convicción. Pobres de nosotros que por numeritos vendemos letras y usamos la magia del convencimiento en palabras prestadas e incrédulas... Si algún día me leen mentir, pregunten por la causa, seguramente no es amor al arte, al menos no al escrito.
Conversaciones en el vacío de muchas voces.