Parada frente a aparador de discos, Miranda observaba las portadas con detenimiento. Pasaba los discos, sacaba alguno que le parecía interesante y lo regresaba segundos después. Cambiaba de pila de discos. Seguía. Miranda movía el pie derecho al compás de la música de fondo del local, tenía la cabeza sumergida en los miles de títulos que habían pasado por sus ojos pero no pensaba en alguno en especial, sólo los veía, no les prestaba atención. Eran las ocho de la noche de un doce de octubre, debió ser 1999 o quizá un par de años después del cambio de siglo, la verdad, no lo recuerdo bien. Salí de la tienda de discos a eso de las 8:30, con mi suéter verde amarrado a la cintura y mi morral azul colgándome a un costado, iba tarareando una canción de Iggy Pop que ahora no logro recordar.
Conversaciones en el vacío de muchas voces.