Ir al contenido principal

El baño




Una puerta se abre lentamente a tus espaldas, la oyes pero no volteas. Mantienes la mirada fija en las cortinas blancas de la ventana. Oyes su voz detrás de ti, su marcado acento extranjero te parece irrisorio, sonríes sin contestar. Estás sentada en el borde de una cama, con las manos a los costados, viendo el movimiento de la suave tela de las cortinas y la luz blanquecina que se cuela por ellas, sabes que son las 10 de la mañana pero para ti eso parece el atardecer.
La oyes desnudarse. Primero tirar la gruesa chamarra sobre la cama para luego sentarse en la cama y descorrer el cierre de sus botas negras, los jeans, el suéter y la blusa le siguen. La ves de reojo. Camina hacia el baño, redibujas el contorno de su cuerpo, su piel blanca contrastando con la tela oscura de su ropa interior. Oyes la regadera, miras la puerta del baño, está abierta.
Sales de tu letargo y te quitas la ropa mientras caminas al baño. Abres el cancel de la regadera despacio y la ves… el cabello rojo pegado a su espalda, el contorno redondeado de sus brazos abrazados entre sí, los labios entreabiertos, los ojos cerrados bajo el chorro de agua caliente, la curvatura de su espalda dejando caer en cascada las gotas hasta sus nalgas redondas. Te mira y te sonríe. Te jala hacia adentro.
Entras al agua y exhalas el frío que te cubría. Ella te abraza por la cintura. Acercas tus labios a su boca, tus manos a su cadera… cierras el cancel de la regadera para olvidar el frío de afuera… ella acaricia tu espalda despacio, sientes las yemas de sus dedos ir y venir de arriba hacia abajo una y otra vez mientras besas su cuello. El agua cae entre sus cuerpos encontrando apenas espacio para escurrir.
Sus manos encuentran tus nalgas, las tuyas sus piernas. Sientes su muslo izquierdo abrazado de pronto a tu cadera. Tu boca baja despacio por el frente de su cuerpo, del cuello al pecho, del pecho al vientre… tu lengua ya no sabe qué sentir, el calor del agua se ha confundido con el de ella… sus manos rodean tu cara y te piden que vuelvas. Regresas en seguida tu boca a la suya.
"Espera", te dice ella en un susurro, "espera". Cierra la llave del agua y abre el cancel, toma una gran toalla y seca un poco su cuerpo, te la entrega. No sabes qué pretende pero la sigues con diligencia. Te secas y tomas su mano. Te lleva de regreso a la cama. Se mete entre las cobijas y te jala hacia dentro.
Pronto el frío de las sábanas desaparece ante el contacto de sus cuerpos desnudos. Las ventanas se nublan con uno y otro suspiro que emergen de su boca suplicante. Paseas tus manos por su cuerpo. Sientes cada uno de sus movimientos: el vaivén de sus caderas, la búsqueda incansable de sus manos entre tus nalgas y tus piernas, la respiración creciente de su pecho…
Un instante. Todo se detiene, su cuerpo queda suspendido entre tus brazos. Tu boca abierta a milímetros de la suya jadeante. Sus manos aferradas a tu espalda. El palpitar de sus corazones parece escapar por unos segundos. La respiración contenida emerge en un grito ahogado que dejan escapar sus labios. Caes… cae… caen juntas, una sobre la otra. Ella no te suelta, se aferra a tu cuerpo y tú no sólo se lo permites, la sostienes con fuerza.
Se sueltan la una a la otra. Quitas su cabello de su cara y ella ríe. Tú ríes con ella y la besas despacio… Minutos después ella se levanta, vuelve a tomar la toalla húmeda que ha quedado sobre una silla y regresa a la regadera. Tú la sigues sin pensarlo.
- Tenemos que hacer las maletas...- dices desde la entrada del baño.
- Ya están hechas. - responde ella sonriendo mientras se seca el pelo. - Sólo falta vestirnos para salir de aquí.
Te tira la toalla mojada y tú sonríes. La ves sentada sobre la cama, un par de medias negras empiezan a deslizarse suavemente por cada una de sus piernas. Te quedas un rato observándola, ella sabe que lo haces y pausa aún más sus movimientos. Las medias han llegado a su destino y tú te despegas de la toalla para buscar la ropa que dejaste regada por el cuarto. Te vistes con la mirada puesta de nuevo en la ventana. Ella se acerca a ti y volteas a verla.
- Ya vámonos, - te dice con la mano extendida - se nos va a hacer de noche en la carretera.
La tomas de la mano para levantarte. Agarran las maletas y salen de la habitación 515 del hotel. Dejas las llaves en Recepción y sales del lobby del hotel. Un convertible negro, estacionado apenas a unos metros del pequeño hotel, las espera. Ella amarra sus cabellos rojos con un pañuelo oscuro. Se sienta en el asiento del copiloto después de echar una maleta al asiento de atrás. Se pone sus lentes negros y prende la radio apenas pones la llave en el encendido. Prendes el auto y con el sonido de una canción de rock emprenden el camino.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

A Gala

Te estás volviendo recurrente, cada vez que cierro los ojos veo los tuyos en vez de los míos. El bosque detrás de tus pupilas se hace real y yo me interno en tu búsqueda. Haz hablado conmigo de mil cosas que conoces y todas ellas han sido reales al despertar. Me pregunto si estarás ahí cuando me hagas falta... me has dicho que sí. Te he soñado como nunca, una vez tras otra en instantes inconexos que se vuelven obsesivos cuando abro los ojos y entiendo que no fueron en verdad. ¿Lo fueron? Ayer me dijiste que volverías, lo hiciste con tus labios contra mi oreja, mi subconsciente te creyó. Hoy desperté con el pecho vacío, como si algo me hubiese robado el aliento mientras dormía, recordé que estuviste en mis sueños... Todo lo que queda son preguntas con respuestas perdidas en el tiempo. Lo sé, está cerca...

Y...

No he dejado de escribirte. Estás en cada una de mis páginas, mis letras se han plagado de tu escencia y mi alma se ha quedado en el papel esperando sentirte de nuevo. No he dejado de pensarte. Cada vez que mis ojos se topan con el sol te recuerdan, ven el cielo queriendo encontrarte en las nubes y admiran la noche con el ardiente deseo de contemplarte otra vez. No he dejado de soñarte. He vivido entre fantasías, he amoldado mi realidad a mi ficción eterna, he construido un planeta aparte en el que nadie entra, nadie... excepto tú. Así fue que viviendo yo en la espesura de mi bosque ficticio te encontré en mi mundo y no te miré como a una extraña. Así fue que te volviste parte de mi apenas mis ojos notaron a los tuyos y te será imposible salir de mis sueños. Yo no he dejado de tenerte... ni en mis palabras, ni en mi mente, ni en mis sueños. Ahora mi mundo está plagado de ti, mi alma está abrazada por la tuya y yo estoy irremediablemente perdida en tus suspiros.

Drew

Era un ser pequeñito, chaparro y flaquito, o así me lo pareció. Sus ojos enormes me miraron por primera vez en el salón donde solíamos reunirnos con los demás, estaba escondido entre las sombras, con sus manitas verdes apenas saliendo de la túnica negra grisácea que siempre usaba, pegadas ambas a los costados de su cuerpo, su gran nariz sobresalía con su fleco amarillo anaranjado de la capucha que nunca se quita. No conozco su rostro, tengo que admitirlo, he visto sus ojos porque brillan, pero nunca he visto su rostro. Camina chistoso, como dando brinquitos, sus pies rara vez salen de la túnica que arrastra por todos lados. Nada le acompleja, anda siempre sonriente, lo cual es raro para un ser de tan pequeña estatura y tanta extrañeza. No habla, apenas suelta uno que otro sondillo casi chillón, todo lo dice con gestos, es un maestro para darse a entender con las manos. Escribe con cierta solemnidad, en una letra barroca, recargada de florituras, como si fuera una pequeña imprenta de h...