Ir al contenido principal

Epistolario ADC

Querida Sara:

Ayer me di cuenta, abrí los ojos -rojos y adoloridos- para verte, tu mirada dulce y tranquila esperaba una palabra mía mientras me acariciabas la cara... Me di cuenta de pronto, como si una luz encendiera algo en mi cabecita loca y yo diera con el hilo negro de algo que me había estado molestando... Me habías hecho falta mi querida Sara, sin saberlo tú yo navegué mis memorias estos días de ausencia, pensé en cada una de tus palabras, de tus caricias y de tus besos, pensé en ti irremediablemente. Descansar de mi vida era huir de ti por un momento y justo en ese instante me di cuenta, había desaparecido de este mundo y tú estabas en él. Nada me había hecho falta, excepto tú.

Sara, ¿cuánto tiempo hemos estado juntas? No lo recuerdo, las fechas me transgreden la memoria y siempre se pasan de largo. No lo recuerdo y no me importa recordarlo. Quiero recordar instantes, acciones, palabras, quiero recordar tus sonrisas, tus trozos de piel desnuda, tus ojos mirándome de lejos y de cerca. Los números escapan pero tú y tus imágenes permanecen en un lugar cercano de mi memoria, qué más dan las fechas si tengo los momentos para recordarte.

Te escribo las cartas en esta libreta sin nombre, algún día las leerás, algún día te las daré.

Lía

Comentarios

  1. El tiempo, el tiempo...¿cuál es la edad del tiempo? he dejado que alma tenga la misma edad que la edad del cielo...

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

A Gala

Te estás volviendo recurrente, cada vez que cierro los ojos veo los tuyos en vez de los míos. El bosque detrás de tus pupilas se hace real y yo me interno en tu búsqueda. Haz hablado conmigo de mil cosas que conoces y todas ellas han sido reales al despertar. Me pregunto si estarás ahí cuando me hagas falta... me has dicho que sí. Te he soñado como nunca, una vez tras otra en instantes inconexos que se vuelven obsesivos cuando abro los ojos y entiendo que no fueron en verdad. ¿Lo fueron? Ayer me dijiste que volverías, lo hiciste con tus labios contra mi oreja, mi subconsciente te creyó. Hoy desperté con el pecho vacío, como si algo me hubiese robado el aliento mientras dormía, recordé que estuviste en mis sueños... Todo lo que queda son preguntas con respuestas perdidas en el tiempo. Lo sé, está cerca...

Y...

No he dejado de escribirte. Estás en cada una de mis páginas, mis letras se han plagado de tu escencia y mi alma se ha quedado en el papel esperando sentirte de nuevo. No he dejado de pensarte. Cada vez que mis ojos se topan con el sol te recuerdan, ven el cielo queriendo encontrarte en las nubes y admiran la noche con el ardiente deseo de contemplarte otra vez. No he dejado de soñarte. He vivido entre fantasías, he amoldado mi realidad a mi ficción eterna, he construido un planeta aparte en el que nadie entra, nadie... excepto tú. Así fue que viviendo yo en la espesura de mi bosque ficticio te encontré en mi mundo y no te miré como a una extraña. Así fue que te volviste parte de mi apenas mis ojos notaron a los tuyos y te será imposible salir de mis sueños. Yo no he dejado de tenerte... ni en mis palabras, ni en mi mente, ni en mis sueños. Ahora mi mundo está plagado de ti, mi alma está abrazada por la tuya y yo estoy irremediablemente perdida en tus suspiros.

Drew

Era un ser pequeñito, chaparro y flaquito, o así me lo pareció. Sus ojos enormes me miraron por primera vez en el salón donde solíamos reunirnos con los demás, estaba escondido entre las sombras, con sus manitas verdes apenas saliendo de la túnica negra grisácea que siempre usaba, pegadas ambas a los costados de su cuerpo, su gran nariz sobresalía con su fleco amarillo anaranjado de la capucha que nunca se quita. No conozco su rostro, tengo que admitirlo, he visto sus ojos porque brillan, pero nunca he visto su rostro. Camina chistoso, como dando brinquitos, sus pies rara vez salen de la túnica que arrastra por todos lados. Nada le acompleja, anda siempre sonriente, lo cual es raro para un ser de tan pequeña estatura y tanta extrañeza. No habla, apenas suelta uno que otro sondillo casi chillón, todo lo dice con gestos, es un maestro para darse a entender con las manos. Escribe con cierta solemnidad, en una letra barroca, recargada de florituras, como si fuera una pequeña imprenta de h...