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Ioanna


La última vez que te ví estabas debajo de ese árbol a la orilla del mundo, mirabas al mar con la mano recargada en su tronco y tus cabellos volando con el viento salado. No dijiste palabra.

- ¿Qué harás ahora? ¿A dónde irás?... Io... Al menos mírame...

No pudiste verme a los ojos, no supe qué querías decirme, qué querías hacer después de todo esto... estabas sola, lo entendí de pronto entre el silencio y sentí que te había abandonado en aquél lugar lejano de tu mente. Acariciabas al árbol, parecía que sólo él comprendía las palbras sin decir que le expresabas con la mano.

- No sé qué haré yo, supongo que permaneceré aquí, donde puedes encontrarme... ¿Io? ¿No vas a decir nada?

Tu silencio se llenaba de sal con el transcurso de los minutos, mi soliloquio no interrumpía tus pensamientos ni el movimiento de tus ojos entre las olas. Te despegaste del árbol, caminaste un poco y te sentaste sobre la hierba en el borde del acantilado, aún no emitías sonido. Columpiabas tus pies como niña, sonreías al sol mientras bajaba sobre las aguas, sentías al aire jugar con tus cabellos y entrelazabas el pasto con tus dedos. Recargué la espalda en el árbol y me quedé callada mirando al mar contigo. Quiero creer que nos encontramos en alguna parte de la espesura oceánica, como en tiempos lejanos.

- Me dejarás ir... ¿sólo así?
- Sólo así, no creo tener más que decir...
- Siempre tienes la última palabra Gala, siempre la has tenido, sabes que no me muevo sin que tú lo sepas, que no hablo sin preguntarte, sabes que no me iré sin ti...
- Deberías hacerlo...
- ¿Por qué? ¿Qué me queda? Huir entre las sombras y olvidar quién soy mientras otros hacen de mi nombre una leyenda lejana. Hacerles creer que fui un héroe caído y que jamás fui un ser humano... ¡Ja! Sabes que no me iré sin ti...
- ¿Cuánto tiempo vas a esperar?
- ¿Qué importa? Estarás siempre donde pueda encontrarte y yo haré lo mismo, hasta que nuestro periódo útil entre estas personas termine, hasta que no tengamos nada más que darles ni necesitemos de ellos como ellos de nosotras.
- ¿Crees que eso suceda?
- Siempre pasa, Gala, míranos. Ayer fui yo, hoy eres tú... ¿quién mañana? - fue entonces cuando volteaste y pusiste tus ojos grises dentro de los míos.
- No sé... - Voltée la cara para no tener que enfrentarme a ti. Te levantaste y te acercaste a mí con una sonrisa.
- Gala... querida Gala, no importa, no me iré sin ti, estaré aquí, como siempre, intentaré vivir una vida simple por primera vez, permaneceré a menos que me pidas lo contrario... si quieres que me vaya y no regrese sólo tienes que decirlo...
- No... quédate...

Quédate... Te vi sentarte en la orilla del mundo mientras caminaba de regreso al bosque, un sentimiento de suficiencia te había abotargado las pupilas y sonreías al viento. No te despediste, sólo permaneciste ahí como siempre lo has hecho y dijiste que esperarías mi retorno. Volveré...

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A Gala

Te estás volviendo recurrente, cada vez que cierro los ojos veo los tuyos en vez de los míos. El bosque detrás de tus pupilas se hace real y yo me interno en tu búsqueda. Haz hablado conmigo de mil cosas que conoces y todas ellas han sido reales al despertar. Me pregunto si estarás ahí cuando me hagas falta... me has dicho que sí. Te he soñado como nunca, una vez tras otra en instantes inconexos que se vuelven obsesivos cuando abro los ojos y entiendo que no fueron en verdad. ¿Lo fueron? Ayer me dijiste que volverías, lo hiciste con tus labios contra mi oreja, mi subconsciente te creyó. Hoy desperté con el pecho vacío, como si algo me hubiese robado el aliento mientras dormía, recordé que estuviste en mis sueños... Todo lo que queda son preguntas con respuestas perdidas en el tiempo. Lo sé, está cerca...

Y...

No he dejado de escribirte. Estás en cada una de mis páginas, mis letras se han plagado de tu escencia y mi alma se ha quedado en el papel esperando sentirte de nuevo. No he dejado de pensarte. Cada vez que mis ojos se topan con el sol te recuerdan, ven el cielo queriendo encontrarte en las nubes y admiran la noche con el ardiente deseo de contemplarte otra vez. No he dejado de soñarte. He vivido entre fantasías, he amoldado mi realidad a mi ficción eterna, he construido un planeta aparte en el que nadie entra, nadie... excepto tú. Así fue que viviendo yo en la espesura de mi bosque ficticio te encontré en mi mundo y no te miré como a una extraña. Así fue que te volviste parte de mi apenas mis ojos notaron a los tuyos y te será imposible salir de mis sueños. Yo no he dejado de tenerte... ni en mis palabras, ni en mi mente, ni en mis sueños. Ahora mi mundo está plagado de ti, mi alma está abrazada por la tuya y yo estoy irremediablemente perdida en tus suspiros.

Drew

Era un ser pequeñito, chaparro y flaquito, o así me lo pareció. Sus ojos enormes me miraron por primera vez en el salón donde solíamos reunirnos con los demás, estaba escondido entre las sombras, con sus manitas verdes apenas saliendo de la túnica negra grisácea que siempre usaba, pegadas ambas a los costados de su cuerpo, su gran nariz sobresalía con su fleco amarillo anaranjado de la capucha que nunca se quita. No conozco su rostro, tengo que admitirlo, he visto sus ojos porque brillan, pero nunca he visto su rostro. Camina chistoso, como dando brinquitos, sus pies rara vez salen de la túnica que arrastra por todos lados. Nada le acompleja, anda siempre sonriente, lo cual es raro para un ser de tan pequeña estatura y tanta extrañeza. No habla, apenas suelta uno que otro sondillo casi chillón, todo lo dice con gestos, es un maestro para darse a entender con las manos. Escribe con cierta solemnidad, en una letra barroca, recargada de florituras, como si fuera una pequeña imprenta de h...